La maldad es un concepto universal que ha sido objeto de reflexión por parte de diversas religiones y filosofías. En el judaísmo, la maldad es entendida como cualquier acción que va en contra de la voluntad de Dios y perjudica a otras personas. En este artículo, exploraremos qué es la maldad según el judaísmo, con el fin de comprender mejor la visión judía de la ética y la moral.
La maldad en la Torá
La Torá es el texto sagrado del judaísmo, y en ella encontramos numerosos ejemplos de maldad. Uno de los más conocidos es el relato de Caín y Abel, en el que Caín mata a su hermano Abel por envidia y celos (Génesis 4:1-16). En este relato, la maldad es presentada como una elección humana que lleva a consecuencias trágicas.
Otro ejemplo de maldad en la Torá se encuentra en el relato del Diluvio, en el que Dios decide destruir a la humanidad debido a su corrupción y maldad (Génesis 6:5-7). En este caso, la maldad es vista como una tendencia generalizada de la humanidad que lleva a la destrucción y el castigo divino.
En la Torá también se prohíben ciertas acciones que se consideran malas, como el asesinato, el robo y la idolatría. Estos mandamientos son vistos como una expresión de la voluntad divina y como una forma de proteger a la sociedad de la maldad.
La maldad en la tradición rabínica
La tradición rabínica del judaísmo, que se desarrolló a lo largo de los siglos posteriores a la redacción de la Torá, profundiza en la comprensión de la maldad y su relación con la ética y la moral.
En la literatura rabínica, la maldad se asocia con el concepto de yetzer hará, que se traduce como “instinto malo” o “tendencia al mal”. Según esta concepción, todos los seres humanos nacen con un yetzer hará que los inclina hacia el mal y la transgresión de los mandamientos divinos. El yetzer hará se considera una parte natural e inherente de la naturaleza humana, pero no es inevitable ni insuperable.
El Talmud, uno de los textos más importantes de la tradición rabínica, presenta numerosas discusiones sobre la maldad y su relación con la moral y la ética. Por ejemplo, en el tratado Sanedrín se discute el concepto de “homicidio indirecto” (rodef), que se refiere a cualquier acción que ponga en peligro la vida de otra persona. En este contexto, la maldad se ve como una acción que no solo viola un mandamiento divino, sino que también pone en peligro la vida y el bienestar de otros.
El Midrash, otra fuente importante de la literatura rabínica, también ofrece reflexiones sobre la maldad. En el Midrash Tanjumá, por ejemplo, se narra la historia de un hombre que roba un caballo y luego lo vende. Cuando es descubierto, él dice que el caballo se escapó y que no sabe nada sobre su paradero. En respuesta, el Midrash dice:
“El hombre que dice ‘no lo sé’ en el momento de la verdad, en realidad sabe. Y el hombre que dice ‘lo sé’ cuando en realidad no sabe, comete un pecado mortal” (Tanjumá, Nitzavim 2).
En esta historia, la maldad se ve como una mentira que perjudica a otros y viola la verdad. El Midrash presenta la verdad como un valor fundamental que se opone a la maldad y la falsedad.
La superación de la maldad
A pesar de la existencia del yetzer hará y la presencia de la maldad en el mundo, la tradición judía ofrece esperanza y orientación para la superación de la maldad. Según la concepción judía, la maldad no es una fuerza externa que domina a los seres humanos, sino una elección que se puede superar a través de la educación, la reflexión y la práctica de la virtud.
En la tradición judía, la práctica de la virtud se considera una forma de vencer al yetzer hará y superar la maldad. Por ejemplo, en el tratado Pirkei Avot se dice: “¿Quién es fuerte? El que conquista su propio yetzer hará” (Avot 4:1). La práctica de la virtud, como la bondad, la generosidad y la honestidad, se ve como una forma de resistir al yetzer hará y elegir el bien sobre el mal.
La teshuvá, que se traduce como “arrepentimiento” o “retorno”, es otra herramienta importante para superar la maldad. La teshuvá implica reconocer y arrepentirse de las acciones malas que se han cometido, y comprometerse a cambiar de rumbo y vivir de acuerdo con los valores y mandamientos divinos. La teshuvá se considera una forma de reparar la relación con Dios y con los demás, y de avanzar hacia la virtud y la moralidad.
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