Por Ivan Gomez
El judaísmo es una de las religiones más antiguas del mundo, y su influencia se extiende mucho más allá de su comunidad. Una de las enseñanzas más importantes del judaísmo es que no es necesario ser judío para estar bien con Dios. Aunque esta idea puede parecer contraria a la imagen popular del judaísmo como una religión exclusiva y cerrada, en realidad, esta idea es esencial para entender la teología judía y su relación con el mundo.
La idea de que no es necesario ser judío para estar bien con Dios se basa en la creencia judía de que Dios es el Dios de todas las naciones y de todas las personas. Según la tradición judía, todas las personas son creadas a imagen de Dios y tienen el potencial de conectarse con Dios a través de sus acciones y pensamientos.
Una de las fuentes principales para esta idea en el judaísmo es el Tanaj, o la Biblia hebrea. En el libro del Génesis, se relata cómo Dios creó al primer hombre, Adán, y lo colocó en el jardín del Edén. Aunque Adán y Eva fallaron en mantener la perfección que se les había dado, el Tanaj sigue enfatizando la idea de que todas las personas son creadas a imagen de Dios.
Por ejemplo, en el libro del genesis, se afirma: “Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” (Génesis 1:26). Esta idea se repite en muchos otros pasajes de la Biblia hebrea, y es fundamental para la comprensión judía de la dignidad y el valor de todas las personas.
Otro pasaje clave en el Tanaj que apoya la idea con Dios se encuentra en el libro de Isaías. En este libro, se describe cómo Dios llama a todas las naciones para que se unan a Él y adoren juntos. Por ejemplo, en Isaías 56:6-7, se dice: “A los extranjeros que se alleguen al Señor para servirle, y para amar el nombre del Señor, para ser sus siervos, a todos los que guardan el día de reposo sin profanarlo, y se mantienen firmes en mi pacto, yo los llevaré a mi santo monte, y los alegraré en mi casa de oración”.
Este pasaje es especialmente significativo porque demuestra que el judaísmo no es una religión exclusiva y cerrada, sino que está abierta a todas las personas que deseen buscar a Dios y vivir una vida moral y significativa. En este sentido, el judaísmo no es una religión que se centra en la pertenencia a una comunidad o la observancia de ciertas prácticas, sino que se enfoca en la búsqueda personal de Dios y la conexión espiritual.
Este enfoque ha sido adoptado por muchos grandes rabinos a lo largo de la historia del judaísmo. Uno de ellos fue el rabino Moshe Ben Maimón, también conocido como Maimónides. En su obra más famosa, la Guía de los Perplejos, Maimónides sostiene que todas las personas, sin importar su religión, pueden conectarse con Dios y llevar una vida virtuosa. Maimónides también enfatiza que no es la observancia de las leyes religiosas (para gentiles) lo que garantiza la salvación, sino la conexión personal con Dios y el compromiso con los valores éticos universales.
Otro gran rabino que apoyó la idea de que no es necesario ser judío para estar bien con Dios fue el rabino Abraham Joshua Heschel. Heschel, que se hizo famoso por su participación en el movimiento de derechos civiles de los años 60 en Estados Unidos, creía que todas las personas podían tener una relación con Dios, independientemente de su afiliación religiosa. En su obra “Dios en busca del hombre”, Heschel escribió: “La cuestión crucial no es si el hombre es un judío o un gentil, sino si es un hombre, un verdadero hombre”.
En general, el judaísmo ha mantenido una posición abierta y acogedora hacia todas las personas que buscan conectarse con Dios y vivir una vida virtuosa. Si bien el judaísmo tiene una rica tradición y una larga historia, sus enseñanzas son aplicables a todas las personas, independientemente de su origen o religión. Como dijo el rabino Heschel, la verdadera cuestión es si somos “verdaderos hombres”, comprometidos con los valores éticos y espirituales que nos acercan a Dios.
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